Confesiones en voz alta 6: La descentralización inconclusa, la movilidad deseada

En este sexto episodio titulado La descentralización inconclusa, la movilidad deseada, nuestro anfitrión Juan Meliá se propuso reflexionar en voz alta sobre la necesidad de reescribir los conceptos de descentralización y de movilidad en nuestro país en el ámbito de la cultura. Estableciendo un análisis comparativo entre los que sucede en México y la situación de otros países.

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  • Anfitrión: Juan Meliá
  • Episodio: 6
  • Duración: 23:41
  • Etiquetas: #Cultura, #Descentralización, #gestión, #movilidad, #OnTheMove, #NordiskKulturfond, #Culture360, #SecretaríaGeneralIberoamericana.

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Podcast CulturaUNAM

Confesiones en voz alta

 

Capítulo 6: La descentralización inconclusa, la movilidad deseada

 

Anfitrión: Juan Meliá

 

[Rúbrica]: Confesiones en voz alta…el día a día de la gestión cultural. Trabajar y habitar los procesos para construir en colectivo. CulturaUNAM presenta

 

[Habla Juan Meliá]: Este sexto episodio lo he titulado La descentralización inconclusa, la movilidad deseada, y está dedicado a reflexionar en voz alta sobre la necesidad de reescribir los conceptos de descentralización y de movilidad en nuestro país en el ámbito de la cultura.

 

Al plantearlo, es inevitable pensar y poner de manifiesto que en nuestro modelo existen centros, sea en Estados o ciudades, donde se acumula el presupuesto, la operación, el personal, la producción, la programación, la formación, la investigación y los públicos, contra la existencia de otros lugares que no cuentan con dichas oportunidades o que cuentan con posibilidades, sea sólo parcialmente o de una manera de verdad reducida.

 

Pero al reflexionar sobre la descentralización, también se evidencian y ponen en crisis, los casi nulos procesos de la movilidad y de circulación en la vida de obras, producciones y proyectos culturales, lo cual les condena a vidas cortas en un altísimo porcentaje, imposibilitándolos a entrar en funcionamiento en uno de los soportes más eficientes de la sostenibilidad de las obras artístico-culturales, y por consiguiente también de la supervivencia de quienes integran como creadores dichos proyectos.

 

Descentralización y movilidad, son conceptos que en la antes promoción, hoy gestión cultural, han sido utilizados desde la palabrería fácil y la franca demagogia en las políticas culturales; pero que en realidad parten de lograr un correcto balance entre los polos culturales históricos, a la necesidad de la ampliación a diferentes regiones, incluyendo la circulación de doble o múltiples vías, intentando redimensionar la visibilidad de las producciones culturales.

 

El balance entre la vida y la muerte de una obra de arte, se basa en la larga o corta vida de la misma ante y con el público, sea para ser vista y disfrutada, leída, criticada y en el mejor de los casos hasta investigada. El concepto básico del alargamiento de la vida de las creaciones artísticas se sostiene no solamente en la realidad de su modelo de producción, aunque la condiciona totalmente, sino en las posibilidades, canales y condiciones de visibilidad/movilidad/circulación de las mismas. Sea una obra de artes escénicas, la distribución de una publicación, la divulgación de una obra dramática, una exposición, una película o una colección artesanal. El tener en la sangre de los proyectos y acciones culturales desde su concepción y nacimiento, escrita dicha necesidad y posibilidad de circulación, multiplica o anula las oportunidades de que las creaciones sean vistas en entornos diferentes a los producidos.

 

Descentralización y movilidad tienen vasos comunicantes, por tanto,  también coordenadas y problemas comunes. Los procesos que detonan o dejan de detonar ambas acciones, en el quehacer de los artistas, en los modelos de gestión, en las dinámicas hasta de internacionalización, están totalmente vinculados. Y si estamos hablando de debilidades, ¿qué es lo que no está articulado?, pues las diferentes dimensiones de la gestión cultural, las políticas, las razones, la toma de decisiones, los presupuestos, y las formas de construcción, vinculación y operación.

 

Lo anterior, conlleva desarticulación y distancia; conlleva que en la mayoría de los casos, cada acción y posibilidad debe ser pensada y pagada en muchas ocasiones por la sede, lo cual resta recursos para sus propios creadores, enfrentándonos a un callejón sin salida, que pone en cuestión el invertir en los entornos propios lo cual es una responsabilidad, contra el invertir en la contratación de lo externo. Lo cual, hacia los diversos públicos, también es una responsabilidad.

 

Si bien no existe un libro blanco que nos diga qué debemos hacer en la gestión cultural para mejorar los procesos de descentralización y movilidad, resulta necesario, y hasta urgente construirlo, pero mientras lo logramos, es realmente vital fijarnos cómo en regiones específicas, como la Comunidad Europea, en algunos proyectos de la región Iberoamericana, como son los programas Iber o en las regiones nórdica y asiática, nos han enseñado la fortaleza de las construcción de comunidades que rebasen sus propias fronteras operativas en la línea de construir modelos de descentralización que potencian, en esquemas de coproducción, residencia e información, así como en la construcción de conceptualizaciones conjuntas, vidas más allá de sus países y centros emblemáticos de producción cultural.

 

Lo anterior nos lo demuestran y enseñan a través, por ejemplo, de plataformas no institucionales tan vitales como mi admirada y siempre en trabajo constante, On the Move, que en su definición encontramos  una lección en sí misma:

“La movilidad internacional es una parte esencial del ámbito cultural. Apoyamos a artistas y profesionales para operar internacionalmente mientras trabajamos para re-imaginar la movilidad de manera más justa, ecológica e inclusiva. Proporcionamos información clara, actualizada y siempre gratuita sobre movilidad cultural.”

 

On the Move se ha esforzado en poner en marcha una verdadera gestión integral y puesta en común, como centro de reflexión y espacio de investigación sobre la gestión cultural actual.

 

Otros proyectos y plataformas de construcción y difusión de oportunidades, que también destacan son, por ejemplo, la iniciativa nórdica Nordisk Kulturfond o la plataforma de vinculación entre Asia y Europa Culture 360. La primera enfocada al reparto de recursos en proyectos de cooperación y la segunda pensada como puente entre dos regiones tan alejadas como Europa y Asia.

 

Lo mismo encontramos en los programas Iber, coordinados por la Secretaría General Iberoamericana, generando esfuerzos entre los países integrantes de programas como son Iberescena, Ibermedia o Ibercultura viva y comunitaria, Ibermuseos o Ibermúsicas, entre otros. Programas siempre de carácter transversal, con decisiones y aportes económicos compartidos entre los representantes de cada uno de los países integrantes, y con la posibilidad de trabajar con el otro, como objetivo prioritario.

 

Es claro que hice trampa en los ejemplos utilizados anteriormente, elevé la problemática de la descentralización y la movilidad, al ámbito internacional, donde es mucho más fácil de observar desde sus necesidades por el enorme vacío que tenemos enfrente, pero les confieso realmente, que pienso que ambos tienen un enorme reto en los alcances nacionales, regionales y hasta locales.

 

Así de claro lo vieron también los especialistas de la UNESCO, quienes asumieron como uno de sus principios rectores el objetivo de “facilitar el acceso equitativo, la apertura y el equilibrio de los bienes y servicios culturales, así como la libre movilidad de los artistas y los profesionales de la cultura” desde su necesario documento del 2015, Repensar las Políticas Culturales.

 

No se puede decir más fuerte ni más claro. La centralización y la inmovilidad son el enemigo entonces.

 

Quién a mi realmente me enseñó la fuerza y la necesidad, y el cómo resolver y atender este tipo de problemas, fue el creador escénico y gestor cultural con mayúsculas, Guillermo Heras, recientemente fallecido. Su trabajo y convicción se basaba en creer fervientemente en lo cultural y lo artístico como forma de vida, en pensar que las necesidades deben ser leídas y atendidas, en creer que las instituciones públicas tienen la obligación, y deben ser capaces de ser críticas y activas al tiempo, y en pensar que cada parte de las diferentes regiones debe ser recorrida y atendida, siendo la suma de todas el alcance necesario. Guillermo Heras no cedió un momento en sus convicciones tanto como creador y gestor, así que aprendamos de él.

 

La centralización y los problemas que conlleva, que de una manera práctica consideramos que solucionamos sólo al articular el concepto del “debemos descentralizar”, tiene como razón de ser la necesidad de establecer un lugar/territorio, modelo o forma de operación prioritaria que funda un espacio o hasta una institución y tiene como objetivo, casi siempre, la defensa de la necesaria visibilidad de lo cultural y su promoción. Lo anterior como concepto es inobjetable, lo objetable es la invisibilización de lo otro, o el pensar de manera colonialista, que lo único destacable es aquello que se produce en dichos centros.

 

¿Quiénes sufren tanto la centralización como la falta de movilidad? ¿Quiénes sufren nuestro roto o inconcluso ecosistema cultural?

 

En primer lugar, se sufre una pérdida de derechos culturales por parte de los públicos, los usuarios, consumidores o de quienes disfrutan del arte y la cultura que tienen en su entorno menos posibilidades de participación, sea por sus instalaciones, programas y acciones, como por aquella programación que no alcanza a distribuirse por causa de la falta de movilidad y de poca o nula circulación.

 

En segundo lugar, las, los y les creadores de dichas regiones que tienen problemas de falta de movilidad y de poca visibilidad, hasta de poca información.

 

En tercer lugar, los gestores, productores e investigadores, a quienes se les cierran las puertas de los posibles proyectos a impulsar, porque la vida de los mismos se recorta exponencialmente.

 

Y por último las instituciones de dichas regiones desfavorecidas, sean públicas o independientes y que suelen sobre todo estar ubicadas en ciudades no capitales de Estado. Sus recursos económicos suelen estar totalmente condicionados a lo que llega de los centros específicos, los cual los convierte en reproductores, no en espacios hacedores/creadores o productores.

 

Movernos del centro nos da miedo. Al igual que si estamos en una orilla, el centro nos parece lento e impositivo. Muchas de las lecturas, críticas y opiniones que construimos, se han convertido, queriendo o sin querer, ya en hábitos.

 

Pero, ¿realmente nos cuestionamos por qué es más fácil que una obra teatral circule entre tres teatros públicos de la capital del país dando 10 funciones en cada uno, antes de que lo haga en tres ciudades distintas de fuera de la capital? También es más fácil lo anterior, a que una obra de alguno de los estados se presente en nuestra capital. Decir que lo anterior sucede en todos los países, es una frase hecha que debe ser borrada, y sólo se puede lograr lo anterior, con convicciones y acciones. Significa lo anterior, que sólo se puede lograr con acuerdos políticos inter regiones e inter instituciones, y a partir de la suma de recursos  y voluntades.

 

Pero también se necesita la voluntad de los creadores, desde el nacimiento y construcción de equipos y proyectos, para constituirse desde el inicio en proyectos con posibilidades de vida dentro de la movilidad y la circulación.

 

Sumado a lo anterior, la pasada pandemia nos obligó a concentrarnos en nuestros entornos más cercanos, dada la inmovilidad recomendada y obligada. Nos llevó a la parálisis, sólo rota a través de los medios digitales y de acciones muy puntuales en nuestros entornos más específicos. La movilidad y la descentralización se tornaron no vitales, no posibles.

 

Es hora de revisar dichos conceptos, de estudiar nuestro estado y de detonar políticas, programas y acciones que sean urgentes y necesarias.

 

El reajuste de la operación en tiempos de la Post-pandemia es algo deseado, pero, ¿realmente aprendimos e hicimos un cambio? Considero que los temas de la descentralización y la movilidad nos suenan a viejos, y quisiéramos pensar que han sido superados, pero en realidad nos suenan, a fracaso en colectivo, por tener que enfrentar de manera constante otra prioridad, la urgencia de la sobrevivencia.

 

La ensayista española María Virgina Jaua, reflexionaba hace unas semanas en Campo de relámpagos, en la sección domingo festín caníbal:

 

“Siento que el rehacerse, reinventarse y por lo tanto ser para continuar siendo hasta que un día ya no se es más, es un proceso creativo, continuo y desafiante.

 

Muchas personas creen que por decidir no cambiar, este proceso no ocurre. Esto es algo ingenuo. Porque, aunque imperceptible, aunque involuntario, el cambio es indisociable a la existencia y se produce se quiera o no.” Termina aquí la cita.

 

Si el cambio es indisociable a la existencia, cómo hemos evolucionado en los procesos de la descentralización y la movilidad, si es que lo hemos realmente hecho.

 

Por ejemplificarlo, en las artes escénicas mexicanas, considero que ha habido una mutación particular que parte de varias causas:

 

Nuestros centros culturales, en la mayoría de los casos, han dejado de producir, por consiguiente, se han convertido en espacios sólo de programación o sobre todo de reprogramación con condiciones particulares donde quien principalmente arriesga es quien es programado.

 

Los centros culturales deben ser capaces y contar con recursos para distinguirse como productores pues al ser solo programadores los debilita los homogeneiza y desvincula de su propia razón de ser y de su propio entorno y territorio.

 

Los centros culturales púbicos en las diferentes regiones deben poderse diferenciar entre ellos, no ser unitarios, y generar un cruce constante que podría estar siempre en necesaria tensión.

 

Lo ejemplificaría en tres ámbitos:

El primero es el ser capaces de moverse en un eje que abarque el vínculo con el público general, con la construcción de públicos propios y específicos.

 

El segundo eje sería la dinámica entre ser capaces de desarrollar producción y actividades propias, así como el ser al tiempo receptores de actividades pensadas y creadas desde otros centros.

 

Y por último el tercer eje, tal vez el más complejo es el que se mueve entre contar con una serie de artistas o compañías que trabajen en dicho territorio, combinado con artistas de otras latitudes de manera específica.

 

Si bien existen diferentes bolsas concursables donde se pueden acercar recursos para dar movilidad a proyectos existentes, en mi experiencia como operador de las mismas, he observado que en dichas convocatorias se solicita más para producir que para circular, lo podemos ver tanto en Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales, Creadores escénicos, EFITEATRO y México en Escena. Además muchos de los proyectos artísticos están creados más desde el modelo de proyecto pasajero, en contra del modelo creado por una compañía o grupo, lo cual los empuja a tener fechas de caducidad muy cortas en relación a la vida de los mismos.

 

No quisiera dejar de destacar el surgimiento en el último par de años de la convocatoria Rutas Escénicas Estatales, que ha nacido bajo el objetivo específico de detonar la circulación y la exhibición a través de rutas específicas.

 

Existe una realidad innegable en nuestro modelo cultural, no puede sostenerse sin el apoyo del Estado o patrocinios privados. Eso empuja a los proyectos a tener como prioridad el crearse y financiarse, y la movilidad se torna en un objetivo secundario en la mayoría de los casos.

 

Contamos con gran cantidad de regiones en el país en donde no se cuenta con la suficiente cantidad de apoyos, así como también es claro que faltan sistemas de apoyo que se adapten a realidades y necesidades diferentes. Y no puedo dejar de lado, la necesidad de una red de circuitos y festivales que acojan de manera constante los proyectos producidos en otras regiones de manera articulada.

 

No articulamos de manera suficiente, ni regionalmente, ni interinstitucionalmente, y nuestra operación hacia los vínculos y posibilidades internacionales también es corta. Es como si nuestros circuitos no estuviesen conectados de modo eficaz, algunos de dichos nodos son hiperactivos, por el contrario otros, son incapaces de comunicarse con otros, mostrando un clara falla en nuestro cableado, sin conocer además las razones de dicho defecto.

 

Pero pensemos en soluciones entonces. La articulación se plantea siempre como una solución, pero para llegar a ella, se necesita lectura de realidades a partir de reflexiones en común, sumado a la recolección de datos verificables, y analizables, así como, a la voluntad de diálogo, respeto por el otro y construcción de acuerdos. Nada de lo anterior es fácil, nada de lo anterior se logra desde la soledad, nada de lo anterior se logra sin trabajo constante y voluntad de cooperación. En pocas palabras, se logra sólo desde el respeto, el impulso y la labor por el cumplimiento de los derechos culturales.

 

Dicha articulación necesita entonces desarrollarse desde la voluntad, el compartir información, el desarrollo de políticas y programas, y la puesta en marcha de recursos económicos de ámbito múltiple, tanto de instituciones específicas como desde modelos de cooperación interinstitucional, con vínculo también hacia lo independiente.

 

La necesidad de construir y operar de manera permanente, políticas, programas y proyectos que tengan en su razón de ser el hilvanar regiones, creadores, temáticas, vinculando el conocimiento entre regiones, debe realizarse a través de proyectos que realmente sean útiles para las comunidades y públicos de destino, convirtiendo a la cooperación y el intercambio como herramienta de descentralización, para construir posibilidades donde no existen.

 

La cultura no crece por si sola, existe y evoluciona en entornos habitados. Sean presenciales, virtuales, sea en entornos de alcance general o específicos. El factor básico es la creación y el encuentro. El concepto de centralización suena a política cultural de la época de los ochenta, pero dónde está escrito que dichas necesidades mueran con el paso del tiempo si no las hemos atendido correctamente, y han entrado en fases de operación normalizada que provoca centralización, homogenización y colonización.

 

Lo queramos ver o no, las políticas y programas culturales de ámbito público si modifican y afectan las formas de operación de las disciplinas artísticas en su día a día. No es lo mismo un país que cuenta con un programa nacional de teatro escolar, al que no cuenta con él; no es lo mismo un país con posibilidades de movilidad en sus creaciones de manera regional, nacional e internacional, que un país, que no tiene dichas posibilidades. No es lo mismo un país que articula sus políticas culturales a otro que divide e inmoviliza.

 

En pocas palabras la descentralización y la movilidad nos obligan a incluir en una misma licuadora de querencias y procesos una doble combinación. La primera que incluye los espacios, la programación, los apoyos, la información, las posibilidades, los públicos y una segunda línea clave que abarca el presupuesto, las formas, los modelos, la actividad, las  decisiones, los recursos, la formación y hasta la crítica y la generación de consensos.

 

No dejar a nadie atrás, es uno de los objetivos marcados por el Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, ¿de dónde viene esta afirmación? ¿qué significa? Cito el documento: “No dejar a nadie atrás nos obliga a centrarnos en la discriminación y las desigualdades (a menudo múltiples e interceptadas) que socavan la entidad de las personas como titulares de derechos. Muchas de las barreras a las que se enfrentan las personas para acceder a servicios, recursos e igualdad de oportunidades no son simplemente accidentes del destino o falta de disponibilidad de recursos, sino el resultado de leyes, políticas y prácticas sociales discriminatorias que dejan a grupos particulares de personas cada vez más atrás”.

 

Nuestro ecosistema cultural sigue estando en construcción, pero una parte del mismo es como si fuera un paciente enfermo al que se deben a partir de síntomas y análisis, y que después se detectan cuáles son sus debilidades o hasta enfermedades.

 

El problema es que no tenemos un modelo capaz de detectar cuáles enfermedades padece, y eso trae consigo que nuestra forma de operación camine a la deriva, sin coordenadas específicas. La clave es cuán consciente es dicho proceso, o cuán accidentado es. El lograr un balance donde las decisiones, políticas y recursos, generen  un modelo reconocible, criticable y mejorable de manera constante, cimentará un reto, que considero una obligación hoy  ineludible.

 

Durante las presentes reflexiones me acompañó la lectura del libro El peligro de estar cuerda de Rosa Montero, la asistencia a la obra teatral Constante de la Comedia Nacional de Montevideo, Uruguay; así como la escucha obsesiva de la última grabación de Feist titulada Multitudes.

 

[Fin, entra música]

 

Reflexiones (confesiones) en voz alta

Reflexiones (confesiones) en voz alta sobre la gestión cultural es un podcast que busca iniciar a las y los nuevos gestores sobre los diferentes procesos, decisiones, ideas y conflictos, que se encuentran en el quehacer diario de la gestión cultural; busca mostrar un panorama de cómo imaginar, planear, desarrollar y culminar sus proyectos es posible, viable y retador.

Juan Meliá

Juan Meliá

Anfitrión

Artista visual y gestor cultural especializado en artes escénicas. A lo largo de su carrera ha desempeñado diversos cargos públicos y ha participado en múltiples iniciativas independientes.

Fue director de Difusión Cultural de la Universidad de Guanajuato; y director general del Instituto Cultural de León, Guanajuato.

Es socio-fundador de la Galería de Arte Contemporáneo Arte3 y desde 2009 hasta febrero del 2017 fue Coordinador Nacional de Teatro, del Instituto Nacional de Bellas Artes en México. Asimismo, de 2009 a 2017 fue representante de Antena México del Fondo de Ayudas para las Artes Escénicas Iberoamericanas IBERESCENA.

De marzo del 2017 a noviembre del 2018 fue Secretario Ejecutivo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, de la Secretaría de Cultura y, desde enero del 2019 a la fecha, es Director de Teatro UNAM.

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