Escena suspendida 3: Algo queda, siempre
El capítulo 3: Algo queda, siempre de Escena suspendida está dedicado a Lo que queda de nosotros, obra dirigida y actuada por Sara Pinet, en compañía del actor Raúl Villegas. Una aventura en donde el amor perruno y su sabiduría está al centro de todo lo que ocurre. La historia relata la odisea de Nata, una joven que vive un duelo tras la muerte de su papá y Toto, su perrito perdido, que hará hasta lo imposible por reencontrarse con su dueña. Para recordar esta entrañable obra, Mariana Gándara, anfitriona del pódcast, charla con Sara Pinet y Raúl Villegas sobre la escena memorable que da sentido a toda la obra.
¿Te gustó? ¿Qué opinas? Tus comentarios nos interesan.
Escena Suspendida
Capítulo 3: Algo queda, siempre
Anfitriona: Mariana Gándara
Invitadxs: Sara Pinet y Raúl Villegas
[Rúbrica]: CulturaUNAM presenta.
Las butacas vacías siguen ocupadas, los actores sin escenario siguen representando. Las historias no mueren mientras tengamos memoria. Shhh. El Teatro como fue en el pasado y será en el futuro sigue siendo nuestro. Escena Suspendida, un podcast de la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman en Cine y Teatro. Con Mariana Gándara.
[Habla Mariana Gándara, coordinadora de la Cátedra Ingmar Bergman en Cine y Teatro]: Hola. Bienvenidos a este episodio de Escena Suspendida. Antes de empezar, quisiera dedicarle el episodio a Hari y a Laika. Dos perritas increíbles, adorables y que con un par de lengüetazos, durante estos meses de pandemia, en los momentos más oscuros del confinamiento, me recordaron que todo iba a estar bien. Y les dedico el episodio, porque en esta ocasión vamos a hablar sobre Lo que queda de nosotros, una obra en donde el amor perruno y su sabiduría está al centro de todo lo que ocurre y, sobretodo, al centro de la escena que Margarita Pinet recuerda tan claramente.
Como ustedes saben, este es un podcast que produce la coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, en donde buscamos recuperar algunas de las escenas más emblemáticas del teatro de los últimos años y tenerlas en voz de quienes en realidad son el sustento y el archivo más importante del teatro mexicano: el público. Entonces, esta vez tenemos un recuerdo de alguien que, además, vale la pena decirlo, tiene una cercanía importante con quienes estaban en el escenario: Margarita es mamá de Sara.
Sara escribió y actuó Lo que queda de nosotros. Así que debe ser una experiencia todavía más radical, el ver algo sobre el escenario que te conmueva tantísimo. Y que quien está haciendo eso posible sea tu hija.
Lo que queda de nosotros es una obra escrita por Sara Pinet y por Alejandro Ricaño y actuada tanto por Sara Pinet como por Raúl Villegas. Es una obra sobre el amor entre una niña y su perro. Y las múltiples maneras en las que, más allá de todo lo que puede ocurrir, ese amor puede seguir existiendo. Pero no les cuento más. Vamos a escuchar lo que Margarita recuerda de esta escena.
[Habla Margarita Pinet]: Hola, soy Margarita. La escena que más recuerdo de las obras que he visto en los últimos tiempos es de una obra que se llama Lo que queda de nosotros, escrita por Alejandro Ricaño y Sara Pinet. En esta escena que relato se narra cómo Nata, que es la protagonista, le pide perdón a Toto, el perro, por haberlo abandonado. Y la sigo recordando porque es maravillosa la forma en que la niña, en verdad arrepentida por lo que hizo, le explica al perro cuando lo vuelve a encontrar, que cuando uno está tan tan tan triste, como ella estaba por la muerte de su papá, no razona uno bien, lo cual es totalmente cierto, y hace tonterías. Pero al perro lo único que le importa es que ella volvió. Y creo que es tan memorable porque describe perfectamente bien el amor, no tanto de la niña por su perro sino del perro por ella, que los perros perdonan todo, no les importa nada más que el que tú estés con ellos y eso es hermoso.
…
[Mariana Gándara]: Para hablar de esta escena busqué a Sara Pinet y a Raúl Villegas, los protagonistas de la obra. Dos de los actores más prolíficos y más talentosos de su generación. Dos personas que, además, se quieren y se conocen bien desde hace mucho. Cuyos perros... perras, si soy más precisa, también, de alguna manera, son culpables de que la obra exista.
Sara actualmente vive en Zipolite, había pensado alejarse de la actuación durante un tiempo y la pandemia vino a modificar inesperadamente sus planes. Raúl, que tampoco se esperaba la llegada de la pandemia, no pensaba alejarse de la actuación, pero inesperadamente se reencontró con ella. Y, bueno, ya nos va a contar lo que eso significa.
La verdad es que son dos teatreros a quienes yo admiro muchísimo y de los cuales siempre me interesa saber cómo hacen lo que hacen. ¿Cómo deciden emprender esos caminos? ¿A quién se le ocurre decir "Sí, quiero ser un perro" y aventarse al lomo el reto que eso implica? ¿De qué cabeza sale la posibilidad de hablar del duelo a través del amor incondicional de su mascota? Como verán, son dos personas maravillosas, amables, generosas, profundas. Y yo les agradezco muchísimo el tiempo que nos dieron para hablar de esta escena que Margarita recuerda con tanto cariño. Así que los dejo con Raúl Villegas y Sara Pinet.
Entrevista
[Habla Mariana Gándara]: Lo primero que siempre pregunto un poco es… para aquellas personas que no hayan visto la obra, para quienes no tienen esa relación tan cercana como puede tener Margarita, ¿no?, con la experiencia de ver Lo que queda de nosotros y con la experiencia de ver a su maravillosa hija en escena, acompañada del grandísimo Raúl Villegas, ¿no?, cómo le explicarían a alguien que no vio esa puesta en escena de qué trata y sobre todo. De qué trata ese momento que Margarita tanto recuerda, cómo llegamos ahí.
[Habla Sara Pinet]: Eh, ok, pues la obra es el viaje que hacen estos dos personajes, Nata y Toto, a partir de que Nata, cuando muere su padre, años después de que muere su madre, decide abandonar a Toto para no volver a establecer ningún vínculo emotivo con nadie y no volver a sufrir con la muerte de un ser querido.
Entonces, toda la obra es el viaje que hace Toto para tratar de encontrar a Nata y reencontrar su casa y su vida. Y el viaje que hace Nata tratando de vivir este duelo, sin saber ni siquiera lo que es un duelo, porque nadie se lo explicó y es muy joven para saberlo, pero viviéndolo y tratando de sobrepasar el dolor y sobrepasar la rabia y la soledad y todo esto. Y esa escena, justamente, es la penúltima, es casi llegando al final, en donde después de que Nata pasa por un montón de pruebas, en las que logra entender que vale la pena estar con alguien y vale la pena amar y ser amado y acompañarse, aunque después se sufra por una pérdida, decide encontrar a Toto y lo encuentra. Y Toto que nunca dejó de buscarla, la encuentra a ella. Y, efectivamente, es una de las partes como… que a mí también me enternecen más porque ella tiene mucha culpa, de haberle abandonado y de ver cómo Toto perdió incluso una pata en el camino. Y le pide perdón por haberlo abandonado y por haberlo hecho pasar todo eso. Y él lo único que está esperando, porque ni siquiera Toto deja que acabe de hablar… él lo único que está esperando es que ella como que ya se calle y llegue el momento en que él pueda ya lanzarse y lamerle la cara. Incluso Nata antes de acabar de decirle todo el perdón y todo lo que siente, se ve atacada por unos lengüetazos y salivazos de Toto que lo único que quiere es volver a ese reencuentro y siento que es muy...Ay, no sé, ese amor animal del que habla mi mamá, es tan puro y es tan hermoso y es tan sin límites que creo que es… sí, es cierto, es en gran parte mucha de la belleza de esa escena, ¿no? Que cuando te pides perdón y te reencuentras con otro ser humano, muy probablemente, estás lleno de excusas y de: “perdón, es que yo pensé y yo hice…”, “Sí, no, yo también entendí”, “Claro, claro”. Y aquí no había nada de eso, hay un “Perdón, yo pensé que…” [Sonido de lengüetazos de perrito] Y ya no hay nada más que decir. Y creo que eso sí es cierto, es muy es muy hermoso y es como una descripción muy clara de lo que es el amor incondicional.
[Habla Raúl Villegas]: Sí, yo opino igual que Margarita y Sara. A mí… Sé que no nos preguntaste eso pero yo tengo un momento especial con esa escena, que no se me va a olvidar nunca y que habla mucho de este amor incondicional. Porque la primera vez que pasamos, bueno, no sé si la primera vez, pero una de las primeras veces que pasamos esa escena, ya corriendo toda la obra, lo cual la alimentaba de la trayectoria de los personajes (y la cargaba de toda la emotividad que traen los personajes), hacía poquito que Sara había perdido una perra. Hacía poquito, me refiero a menos de veinticuatro horas. Y yo me acuerdo mucho de estar frente a Sara, que hablaba desde [el personaje] Nata, diciéndole a su… Y yo pensaba, “qué hago aquí… jugando a ser un perro frente a esta persona que acaba de perder a su perra.” Y entonces eso para mí generó que esa escena siempre fuera, además, un recordatorio de que ese tipo de vínculos es imposible romperlos. Justo porque no hay un juicio, porque no había un… o sea porque me parece que eso que vivimos, no sé cómo lo haya vivido Sara, porque eso que vivimos cuando murió su perra, en el hospital, y luego irnos al teatro, correr esa obra, un día antes de que entrara al público a verla por primera vez. Generó en mí una idea de que esa relación con un animal nunca se va a modificar, nunca se va a malear, nunca se va a contaminar, a partir de que no hay una estrategia para estar bien con esa persona, bueno, con ese otro ser. No hay una estrategia que a veces tenemos entre seres humanos, ¿no? ¿Yo quiero mantener esta relación con esta persona? Entonces hago esto, quizá trato de no hacerla enojar por aquí…hay una serie de estrategias que diseñamos. Eso no existe con un animal. Y se me quedó… pues, cada vez que hacemos la obra, para mí es esa escena, eso. Ese momento desde que fuimos al hospital con Simona.
[Mariana Gándara]: Qué fuerte.
[Sara Pinet]: Pues sí, es que yo lo vivo como desde dos lados. Uno es cuando lo escribimos, en que pues yo tenía a mi perra y normal, todo chido, todo bien. Y es un poco, la descripción de lo que les comenté hace ratito, ¿no? Ahorita, como justo la idea del amor incondicional y de este tipo de… de relaciones, ¿no? Ahora, sí recuerdo perfecto ese día. Recuerdo… recuerdo perfectamente a Raúl viéndome con cara deeee, “cómo, qué hago yo aquí fingiendo que soy su perro cuando su perra acaba de morir.” Y…y yo recuerdo que yo no pensaba eso, yo no sentía “este güey pus qué, ¿no? Mi perra.” Yo al contrario, como que sentí que, tal vez lo mismo que dice Raúl, como ese vinculo, como entender que el perro nunca va a recriminarte nada. Yo en ese momento sí me estaba recriminando cosas. Como de: “no, debí haberle hecho caso antes” o, tal vez, si hacía esto o tal vez si hacia el otro… que no era cierto, era imposible, porque tenía una enfermedad de nacimiento que no sabíamos y en fin. Pero cada vez que hacíamos esa escena y, desde ese primer día, pensé que ella nunca me iba a recriminar nada. O sea…y eso era para mí súper dulce y era un alivio. Eh, como el que para ella yo lo haya hecho bien o mal o pésimo o como sea, ella nunca lo vivió como de “ahh, esta Sara me descuidó”, ¿no? Sino como una entrega de amor incondicional y eso era muy muy bello.
[Mariana Gándara]: Ahí hablabas tú de un par de momentos, ¿no? Justo, claro el momento de Sara-dramaturga y luego el momento de Sara-actriz, ¿no? Que además siempre están enredados con Sara-persona y Raúl-persona y Mariana-persona. O sea, siempre que hacemos teatro, finalmente, estamos, querámoslo o no, tejiendo también nuestras vidas, ¿no? Entonces, yo quería preguntarles, para cada uno, empieza en un punto distinto del proceso su involucramiento con el proyecto, supongo. Pero de dónde surgió la idea de escribir la obra. Y luego, Raúl, cómo te involucras tú con esta puesta, y con la idea de hacer este personaje perro, ¿no? Entonces, si quieres, Sara, cuéntanos un poquito cómo fue el camino de decir: vamos a hacer este proyecto y, luego, cómo se sube Raúl al barco.
[Sara Pinet]: Bueno, la primer idea sí era hacer una obra sobre los perros que son abandonados: sobre la cantidad de perros que son abandonados, y lo que les pasa cuando son perros callejeros, ¿no? Y así, crear conciencia sobre la adopción, la esterilización y el cuidado, respeto, amor que le debemos a los animales. A partir de ahí, como era la primera obra que yo escribía, Alejandro me decía que escribiera a partir de mí, de lo que yo conocía, de lo que sentía, de lo que había vivido y, después, lo ficcionara. Pero que era mucho más fácil partir de ahí, a que si yo me ponía a escribir de Iztapalapa, ¿no? Entonces, a partir de ahí empezó a surgir lo del duelo, lo de la muerte del padre y todo eso. Pero desde un principio la imagen… la idea era la morra y el perro. Siempre. Y en nuestra cabeza, bueno, en mi cabeza, siempre que escribía, la morra era yo y Toto era Raúl. Y yo recuerdo, muchas veces, que yo le hablaba por teléfono a Raúl y le decía: “estoy trabada… en esta escena. Qué onda. ¿Se te ocurre que podría hacer el perro para que pasara esto?” Y él me decía: “ah, bueno, pues cuando Pato hace eso, hace las orejitas como así, y yo me he dado cuenta que en el parque ella lo que hace es tal…” Y yo le decía: “ah, bueno porque Simona más bien hace tal.” “Ah, bueno claro, claro.” Y Alejandro también: “Ah, bueno, porque Malik hace tal.” Entonces como que ese Toto era una mezcla de todos los perros del mundo, pero sobre todo de esos tres: de Pato, de Simona y de Malik.
[Mariana Gándara]: Qué increíble.
[Sara Pinet]: Y este, entonces siento que Raúl, para mí, siempre fue parte del proyecto, desde la escritura. Y, según yo, él siempre lo supo pero no estoy tan segura, él ya nos dirá en qué momento lo supo. Jajaja. No me acuerdo. Pero para mí sí siempre fue muy claro eso. Porque a mí me interesaba que quien actuara al perro tuviera el mismo tipo de conexión y amor y respeto y comunicación que yo tenía con mi perra, que lo tuviera con los animales.
[Raúl Villegas]: Siento que fue muy chistoso, porque como que el proceso… nuestro proceso de preparación para poder hacer estos personajes empezó mucho antes de que empezara a imaginarse la obra. Porque, de repente, nos hicimos perrunos Sara y yo. De repente, pues llegó Pato a mi vida. Y Sara y yo en ese momento éramos sumamente cercanos, hasta geográficamente, pues éramos vecinos. Y poco después, poquito después, llegó Simona a nuestras vidas. Pato, por ejemplo, que es mi perra, es huraña y es… no le gustan los perros. Es muy difícil que se lleve bien con un perro. Es imposible que deje entrar un perro a su casa. La única perra que podía entrar, no sé por qué, era Simona. Creo que Sara, en algún momento, hasta llegó a dejarlas solas en mi casa, a escondidas, de eso yo nunca supe bien. Pero vamos, podían compartir un lugar, Pato y Simona. A Pato le decíamos: “ve buscar a Simona.” Y se lanzaba a buscar a Simona en el parque y la traía.
[Mariana Gándara]: Awwwww.
[Raúl Villegas]: Entonces ese proceso empezó antes, yo creo que cuando justo empezaron a escribir Sara y Ricaño, cuando a mí me preguntaba esas cosas Sara ya éramos una especie, sino de experto y experta, estábamos muy vinculados con nuestras perras.
Entonces pues sí, igual, la construcción del personaje, la construcción de Toto, son Pato y Simona. Y no, yo no sabía que era parte del proyecto. Sara me preguntaba, Sara me contaba. Cuando me la mandó para leerla me acuerdo no pude seguir con una escena, me solté a llorar. Y me acuerdo que le dije: “yo quiero actuar ese texto aunque sea un personaje chiquito.” Porque no sabía… uno, no me imaginaba que estaban pensando en mí. Y dos, no sabía que estaban pensando sólo en un actor y en una actriz. Pensé que cada personaje iba a ser una persona distinta. Y le dije: “por lo menos el policía o el de la perrera.” Que creo que es el más chiquito. “O uno de esos, pero yo quiero actuar esa obra.” Y ya después me enteré que yo iba a estar. Y, después, me enteré que sólo lo íbamos a hacer ella y yo.
[Mariana Gándara]: Que era para ti.
[Raúl Villegas]: Sí, bueno, sí, sí. Eso mucho después. Pero sí, definitivamente, el proceso empezó antes. Yo creo que… me aventuro a pensar que Simona y Pato y Malik detonaron que Sara escribiera esa obra.
[Sara Pinet]: Sí
[Mariana Gándara]: Qué bonito.
[Raúl Villegas]: Y que además esa obra sigue alimentando… ha seguido alimentando nuestra relación con los perros.
[Mariana Gándara]: Ahí hay algo interesante ¿no? Porque finalmente la idea un poco de estas conversaciones es ir revelando, también, el proceso que implica montar una obra de teatro, ¿no? Y cómo uno, de repente, hablando con gente que no se dedica a esto… como que hay una concepción de que, a veces, todo viene en el texto, por ejemplo, ¿no? O que ya está todo muy dado y entonces solamente se siguen como ciertas instrucciones y ya está. Y un poco lo que están revelando es cómo… dices tú, el proceso de construcción del personaje venía de tiempísimo antes, del juego con las perras, de descubrir ese amor, ¿no? Entonces yo me pregunto, porque seguramente es algo que también se preguntarán quienes no se dedican a esto, ¿no? ¿Qué implica hacer a un perro? Porque no es decir: “bueno, vamos Raúl, ahora serás Hamlet.” ¿No? Es… seguramente es más complejo. Entonces, de dónde te agarras para hacer a Toto, ¿no? Y, un poco, cómo fue, ya teniendo ese proceso, que llegaran a… contabas cómo, o sea, al momento de hacer la escena, con todo lo anterior ya montado, ¿no? Pero un poco cómo fue ese proceso de construir el personaje perro y cómo era con eso ir montando la obra. Que además, Sara, decías era tu primera experiencia como dramaturga pero, para nada, la primera como actriz. Entonces cómo fue para ti, Raúl, construir a ese personaje y cómo fueron armando la puesta en escena.
[Raúl Villegas]: Ahora creo, no sé en ese momento cómo fue. Ahora creo que fue muy divertido. Y que sí fue un proceso de prueba y error. Pero creo que nos sentíamos… ahora pienso, yo creo que nos sentíamos experto y experta en el mundo de los perros. O por lo menos en el mundo de nuestras perras. Y que entonces no había…. No lo quiero simplificar para decir que creo que fue más fácil. Pero era mi perra y la perra de Sara que yo conocía muy bien lo que quería que estuviera en Toto. Siento que eso me da un conocimiento que un actor y una actriz hacen con Hamlet o con cualquier otro personaje, ¿no? Creo que ese proceso ya lo tenía hecho, creo que la única preocupación es: cómo hago honor, cómo no hago una caricatura fea de esto, cómo hago honor a estos seres. Pero eso fue muy divertido, justo esto que dice Sara, ya no me acordaba, de: “claro, Pato hace esto cuando le digo estas cosas. Sobre todo con las orejas o con las cejas. Y mis orejas de perro no las voy a poder mover, entonces cómo traduzco eso a las patas o a…” Me acuerdo mucho de haber ido a ver una obra que se llama Señor perro, que estaba basada en una novela Paul Auster y lo hacía…
[Mariana Gándara]: ¡Con Ortizgris!
[Raúl Villegas]: Exacto. Lo hacía Leo Ortizgris. ¿No sé si te acuerdas Sara que platicábamos mucho? De: “Y claro, él acuesta con las patas extendidas porque eso hacen los perros cuando están hipercansados. Pero pues mi perra es bien floja mi perra nunca está hipercansada.” Entonces, entrábamos a unas discusiones de: “Toto…” Pero de verdad eran unas discusiones bien bonitas porque decíamos… y además eso… creo que ya llevábamos dos temporadas atrás. O sea, ya habíamos dado dos temporadas y luego discutíamos. “Oye, vi esta obra y sí, claro, los perros cuando están fatigados se acuestan con las con las patas estiradas pero, uno Toto no tiene una pata, entonces eso va a ser muy raro, la gente no entender. Y dos, pues no sé si está a ese grado fatigado y blablablá.” O sea, era una investigación profunda, profunda, profunda sobre algo que seguíamos investigando diario en nuestras casas, ¿no? Que yo sigo, hace diez minutos antes de empezar esta charla tuve una “discusión” fuerte con Pato.
[Mariana Gándara]: Jajajajaja
[Raúl Villegas]: O sea, yo sigo esa investigación. Entonces, yo creo que fue más sencillo porque ya tenía un trabajo hecho, que en otra obra, en otro proceso, el actor tiene que hacer. Aquí ya estaba hecho.
[Sara Pinet]: Claro.
[Mariana Gándara]: O sea, hay un proceso fuertísimo de observación diaria, ¿no? Casi científica, de ponerte a ver cómo hace, desde dónde hace, cuándo hace. Y lo que se me hace bien interesante es estas traducciones de las que hablas, ¿no? O sea, cómo por un lado está la posibilidad de la mímica, pero por otro lado está la posibilidad de la metáfora, ¿no? Entonces, qué cosas de repente tú vas a convertir o hacer… esa suplantación de la personalidad perruna. Me encanta la frase de: “mis orejas de perro no se van a mover.” ¿No? Pero entonces, cómo lo construyo y cómo lo trabajo. Y eso estamos hablando un poquito como de la parte… de la corporalidad del animal, ¿no? Pero hay una cosa bien profunda, de la cual ustedes han estado hablando varias veces, que tiene que ver como con la falta de ego en su amor. Entonces, cómo le hicieron para construir esa relación en escena y esa posibilidad, digamos, de ya que tienes la colita, la manera en la que se sienta, cómo se pone alerta. ¿Qué ocurre como con todo ese mundo interno y cómo lo trabajaron para que, en esta escena en particular que Margarita se va a acordar de ella toda su vida, apareciera tan claramente?
[Sara Pinet]: Yo creo que teníamos otro gran plus, casi del tamaño del que Raúl habla de conocimiento de su perra y de mi perra, para lograr llegar al personaje perro. En cuanto a la relación entre estos dos personajes, creo que teníamos también ese gran plus de nuestra relación, de la de Raúl-persona y Sara-persona. Y no como si fuera un espejo de la relación de los personajes ni mucho menos, sino simplemente la confianza en el otro, la admiración por el otro y la comunicación con el otro; eran canales totalmente abiertos, siempre. Y eso nos ayudó muchísimo en la creación de los personajes y en la creación de cada escena. Y no podremos mentir jamás también al decir que todas estas historias que nos pasaron como la muerte Simona, unos dos días antes del estreno y todo eso, alimentaban constantemente la escena, ¿no? Y alimentaban constantemente la sensación. Pero, antes de eso, en los ensayos, durante la creación también hubo una cosa entre nosotros de mucha complicidad. En los ensayos. Que se nos exigió, por así decirlo, que surgió, por así decirlo. Y siento que siempre logramos como acompañarnos muy bien y que nos sentíamos muy seguros… bueno, yo voy a hablar de mí, capaz que Raúl ahorita dice: “neeeee”. Pero yo me sentía muy acompañada, me sentía muy segura y sentía que tenía la confianza, la apertura… sí la apertura para llegar a decirle: “oye aquí qué onda, qué está pasando, cómo lo armamos.” E incluso fuera de los ensayos, ¿no? Platicar mucho, hablarlo mucho, pimponearlo mucho… ensayábamos mucho también fuera, pasamos el texto todo el tiempo, e incluso ahora cada vez que hay función…. Digo, que ahora ha pasado un montón de tiempo cada vez que damos función. Pero. incluso si teníamos función entre semana y otra nos veíamos antes para platicar de nuestras vidas, no sé qué, no sé qué y luego repasar el texto. Y, quieras que no, eso es algo que va generando esa confianza y esa soltura para que en escena pueda surgir algo así. Ahora, supongo que si no fuéramos amigos, nos odiáramos o no fuéramos incluso tan cercanos, sí creo que sería diferente. Pero sí creo que… o no sé. Iba a decir que creo que todo aquel que haya vivido una relación con un animalito y tenga ese respeto y ese amor podría llegar a ese estado. Ahora, probablemente, incluso alguien que ni lo tenga, porqueeee… Ay, no sé, porque el texto ya va para ya… pero la creación creo que sería tan distinta. Por eso digo que creo que teníamos ese pequeño plus, que fue el plus, para mí, cuando escribí sobre Simona y sobre mi papá; y para Raúl, cuando actuó a Toto; y para los dos cuando tuvimos que crear esa relación.
[Raúl Villegas]: Sí, también a mí me gusta esto qué dices Mariana de “quien escuche o vea esto y que no se dedique a esto”, ehhh, sí, sí, esto que dice Sara de: “todas las cosas, todo el alimento para este proceso, nuestra amistad…” Pero yo recuerdo que cuando ensayamos esta obra, la pasamos muy bien en los ensayos pero eran momentos, ehjeje, muy difíciles en otras cosas, ambos teníamos unos horarios horrorosos. Sí, me acuerdo que los ensayos eran a las 9 de la mañana y yo acababa de ensayar otra cosa a las 3 de la mañana.
[Mariana Gándara]: Uy.
[Raúl Villegas]: Entonces yo me acuerdo que pasaba… nuestra rutina era: uno, saque cada quien a su perra, lo cual creo que alimentaba esto. Y dos, ya entonces yo pasaba por Sara y nos íbamos en mi coche al ensayo y llegábamos un poco como, mhemm y el proceso de ensayo… no, no, no me estoy quejando. Digo que todo eso era… fue alimento para esa relación porque además todo tenía que ver con… esto. Teníamos un entrenamiento permanente de nuestras perras.
[Mariana Gándara]: Me encanta. Pero es que también son estas pequeñas cosas que son ese entrenamiento y ese ejercicio de la relación, ¿no? Al decir, vamos a sacar a nuestras perras y hacerlo juntos y platicar de ello, finalmente también es un ejercicio creativo y de escucha y de encuentro. Y de lo que decía Sara, de entender qué significa para el otro esa relación y verla en acción y, entonces, también, quizá, poder confiar más fácilmente en que en una escena, como la que nos relata Margarita, eso va a aparecer, ¿no? Porque eso va a estar, también, entendido en el cuerpo y en la historia emocional de cada uno. Pues, creo que algo que pienso escuchándoles… No sé, bueno, no sé cómo hubiera sido para mí la pandemia sin un par de perritas con las que me topé en estos meses. Yo nunca había sido una persona perruna, la verdad no, sobre todo porque me daba alergia y, entonces, eso como que había puesto una cierta barrera. Pero en los meses de la pandemia pude estar en Malinalco, que pues era más un espacio abierto y yo creo que, como que a fuerza de entender, que también mi cuerpo fue muy sabio y dijo: “hay otras cosas de las cuales preocuparse, de esto no te vas a preocupar ahorita.” Y estar conviviendo con dos perritas maravillosas, Laika y Hari, se me fue quitando la alergia a las perritas y, entonces, empecé a tener por primera vez en mi vida una relación de ese cariño perruno del que hablan. Y creo que sí, entiendo lo que dice Margarita, ¿no? Como qué tan profundamente conmovedor puede ser ese cariño incondicional y esto que decían, esta falta de estrategias de defensa, o de búsqueda de un resultado ante esta cosa incondicional. Es decir, ahí no hay ningún subtexto, no hay ninguna búsqueda de beneficio personal, ¿no? Simplemente es ese amor enorme, inconmensurable, que está puesto y dispuesto todo el tiempo. Y entonces, escuchándolos, me preguntaba un poco… ¿Qué sienten ustedes, por ejemplo, ante el teatro en estos momentos? No sé si han tenido oportunidad de regresar a los escenarios, no sé si ya han ido como espectadores, ¿no? No sé si han visto teatro en línea, ¿no? Pero yo tengo, por ejemplo, la hipótesis, quizás un poco cursi, de que quizá el cariño a lo que ocurre en el encuentro teatral es como el cariño de los perros hacia sus dueños. O sea, yo quizá podría pensar que en ese sentido, realmente, los escenarios sí son mis dueños, ¿no? Entonces no sé si ustedes han tenido la posibilidad de reencontrarse, así como se encuentran sus personajes en la obra, con el hecho teatral, y qué han sentido.
[Sara Pinet]: Creo que sí podría decir que me pasó algo parecido, también.
[Raúl Villegas]: Sí… yo… justo dimos una función de Lo que queda de nosotros durante este periodo y yo tuve chance de dar funciones de un monologuito. A mí creo que me ha tocado más a nivel personal la lucha y el querer estar. Y las expresiones de cómo extrañamos esto, ¿no? Es lo que veo en los teatros, es lo que veía en el esfuerzo de esta pequeña temporada, de este monologuito que a mí la verdad me parecía más… Me maravillaba más el esfuerzo del teatro, el esfuerzo de todos los que… estas funciones fueron en El Milagro… de quienes integran El Milagro; a nivel publicidad, a nivel requisitos sanitarios, a nivel… o sea, todo eso fue lo que me maravillaba. Creo que a mí me ha pegado más eso. Me ha pegado más para bien. Me ha sorprendido ver eso. Esa lucha. Sobre todo porque, honestamente, no me siento ahí. Honestamente para mí fue más… ha sido más un espacio de reflexión personal, de… Como que he soltado un poco… bueno yo… yo volveré a hacer, a lo que me dedico, cuando tenga que. Mientras puedo dedicarme a otras cosas, puedo dedicarme a cosas que había soltado. No sólo como oficio sino dedicar-me dedicar mi vida, dedicar-me.
Fue un proceso duro dar la función de Lo que queda de nosotros porque es una obra que disfruto mucho. Estos monólogos de los que hablo surgieron, se ensayaron y se dieron en las funciones, todo durante la pandemia. Se ensayaron por Zoom fue uno de esos procesos extraños. Pero Lo que queda de nosotros no. Y dar una función de esta obra… justo, como que se me fue todo lo que hemos hablado. Esta obra en la que me siento tan encachado, tan libre de jugar con el error, porque me siento como pez en el agua con ese personaje… Hubo un momento en el que estaba aterrado, en la única función que dimos ante una cámara. Sí había un poquito público, pero ante una cámara. Me llegó un miedo como cuando estaba estudiando. Y, además, cuando estaba estudiando ese miedo como que hacía el… me impulsaba, me azuzaba un poco, a “¡Venga! Hay que sub…”, ¿no?
[Mariana Gándara]: Era el cotidiano, además.
[Raúl Villegas]: Aquí no, aquí me sentía totalmente desencanchado. Me sentía muy temeroso y me sentía perdido. No sabía cómo estábamos haciendo esa función, la verdad. Fue un proceso que no entendí y fue un proceso… seguramente después le encontraré cosas bonitas, pero para mí fue un proceso triste y doloroso.
[Mariana Gándara]: Mmmmm.
[Raúl Villegas]: Decir: “no, esto no era así, esta obra no era así…esta obra… justo nos veíamos antes, platicábamos sobre nuestras vidas, pasábamos el texto y ¡¡Paaaa!! Sucedía. Para mí nunca sucedió porque siempre me estuve cuidan… de “¡Esto cómo… qué! La ausencia de público, sí había, pero era muy poquito. Fue muy dura.
[Mariana Gándara]: Era otra cosa.
[Raúl Villegas]: Y sí he visto cosas en línea. He visto sobre todo cosas que de otra manera nunca hubiera tenido oportunidad de ver o cosas que me había perdido, no en línea sino en streaming, bueno, grabadas. Creo que eso es lo que más me ha gustado. Eso y el intento, ¿no? La resistencia y la terquedad de mucha gente que, insisto, yo me siento ahí, pero creo que es de las cosas que más me gustan. De: “esto quizá lo podemos hacer así.” Hay gente cercana que… muy cercana a mí que está generando una concepción de la computadora como un teatro… o sea el teatro arquitectónicamente hablando ahora es la computadora y, entonces, de verdad se están clavando. Eso me maravilla. Para mí ha sido un poco más nostálgico el asunto. No triste sólo... Yo ahorita no me hallo ahí.
[Sara Pinet]: Pues para mí sí, sí es un poco ahora que lo dices, Mariana, como este reencuentro de Nata y Toto, pero que es como cuando te reencuentras con alguien y como que vuelves… (o con algo) y vuelves como al… a ese: “OHHH reencuentro, qué hermoso, qué hermoso…” Pero ya estás desde otro lugar, ¿no? Ya Toto no tiene una pata, ya vivió aventuras en la calle, ya le fue... YA VIVIÓ, ¿no? Ya es otro perro, ¿no? Y Nata también, ya pasó el duelo, llegó al fondo, subió, lo salió, lo buscó… ¡PUM! ¿no? Ya están en otro lugar, desde ese lugar se reencuentran, reconocen su amor eterno e incondicional y siguen la vida, ¿no? Juntos pero distinto. Y siento que para mí sí podría hacer ese símil con el teatro, en el sentido en el que yo no dejé de hacer teatro por la pandemia, yo dejé de hacer teatro por decisión personal. Me iba a alejar del teatro un año, dos años, no sabía cuánto y lo dejé todo y, de repente, pues paró el teatro y pus ya pues todo paró, ¿no? Pero no, no me modificó, en ese sentido. Modificó mi vida, de dónde vivo, dónde estoy y así. Pero no de hacer teatro o no. Y en ese sentido como que fue hasta padre para mí, porque dije, “bueno, pues ese miedo de que, ay, me van a olvidar.” Ya ni pasaba, porque nos van a olvidar a todos. Entonces ya no me preocupaba. Ahora, este… cuando volví a hacer teatro lo único que hice fue unas cositas en línea que no viví como de “estoy haciendo teatro” y que no viví como “estoy creando teatro”, viví como “voy a jugar a esto ahorita estoy en pandemia.”
Cuando dimos las funciones en la Ciudad de México también fue una cosa loquísima, porque sólo viajé a la ciudad una semana y di un chorro de funciones y eran ante una cámara y me divertí muchísimo. Pero seguía siendo un poco “estoy jugando a esto mientras estoy en pandemia” y no sentí “me estoy reencontrando con mi yo en el teatro, después de no haber actuado durante ocho meses.” Lo sentí como una exploración, como un juego, como un volver a compartir con quienes compartía escena, con la gente que estaba en el teatro, con la gente que fue de público, con la gente que nos mandaba mensajitos, muy felices, de haber visto la obra. Y gocé mucho eso. Pero donde creo que puedo decir que reencontré a Toto y me lamió la cara, fue más bien acá en Zipolite. Di un taller de teatro presencial… acá estamos así como si nada hubiera pasado, somos una burbuja. Entonces se pueden dar talleres presenciales. Di un taller, llegaron como quince o dieciséis personas. Y fue volver a dar ese taller, yo aquí, desde un lugar nuevo, donde no valía la pena dar un taller como los daba en la ciudad, ¿no? Porque ni es la gente que estaba en la ciudad ni eran sus objetivos ni era su energía… algunos ni hablaban español, otros llegaban medio pachecos, otros llegaban medio pedos, otros nos distraíamos viendo el mar, porque lo daba frente al mar, o la luna o las estrellas fugaces. O sea. Era otra cosa, ¿no? Y tratar de dar… Yo que soy como súper así, como de a ver la disciplina y el orden y el teatro sí, sí es gozo y sí es placer y sí es juego, pero también es todo esto. Y es disciplina y llegamos temprano y calentamos y entrenamos y yu yu yui y yu yu yui… Como que esas dos partes. Y acá como que dije: “que qué, que qué.” Todo mundo llega un poquito tarde y todo mundo llega en condiciones quién sabe cómo… y el espacio, de repente no hay luz, nomás tenemos un poquito; de repente al mar no nos deja escuchar las indicaciones. Es como decir: “pues sí, también aquí y también esto y también así, se hace teatro.” Y entonces volví a sentir como: acá no tenemos el teatro y acá Toto no tiene la patita, ¿no? Acá no tenemos el equipo no sé qué y pues, este, Nata ya no tiene a su mamá. Y aquí no tenemos tal otra cosa y esta gente no se quiere dedicar al teatro y mucha gente nomás está ahí para conocer más gente, para jugar o para divertirse, qué sé yo… No tienen esa cosa de: “el teatro, el ritual, el arte, el yo… qué sé yo.” Y también ahí hay un montón que hacer en cuanto al teatro. Yo siento que ahí fue donde yo logré reencontrarme. Ahora estoy también dando un taller en línea, más bien para un grupo de chicas en la Ciudad de México. Y ahí es donde estoy encontrando como ese reencuentro en compartir lo que sabía, cuando era actriz en la ciudad, y lo que sé, ahora que soy otras cosas acá en la playa.
[Mariana Gándara]: Creo que ese proceso del que hablan nos va a tocar o espero que nos toque pasarlo a todas, a todos y todxs. El estar en la búsqueda de ese teatro que se nos fue como lo conocíamos. Y ver si regresa y cómo regresa, ¿no? Y también descubrir quiénes somos después de este periodo, que ha sido un periodo de luto, en muchos niveles, ¿no?, y de muchas maneras. Y creo que no me queda nada más que agradecerles, Sara y Raúl, por seguir intentando, por hacer teatro que resulta memorable y por compartirnos su búsqueda por esa posibilidad de encontrar a Toto y saber que, al final de la aventura, sigue estando ese posible amor incondicional. Entonces, muchísimas gracias.
[Raúl Villegas]: Gracias a ti, por generar esta charla y por hacerme recordar un montón de cosas que no había recordado.
[Sara Pinet]: Sí, gracias, Mariana, muy lindo trabajo. Me gusta mucho la idea esta… de esa partecita del teatro que queda viva en la memoria, incluso emotiva, ¿no? Aunque se nos olvide que es como esa generadora de un cambio que, igual ya ni te acuerdas de la obra, pero generó que [¡aug!] ¿no? Como el montón de gente que, no sé, salió de la obra y dijo [¡aug!] … igual la obra ya se le olvidó, pero adoptó un perrito, ¿no? Igual la obra ya se le olvidó pero ahora ve un perrito en la calle y le ayuda. Qué sé yo, ¿no? Como un montón de cosas que son generadoras de cambio, de reflexión, de movimiento y que siguen siendo, de alguna manera, teatrooooooo…. Que parten del teatro, pues, ¿no? Y esa ese imagen es muy bonita. Que ahora en pandemia no se sienta que todo se acabó y que todo ya se cerró y que no hay nada, ¿no? Porque tenemos… todo lo que hay sigue siendo generador de arte y proviene, seguramente, de alguna otra forma de expresión artística pasada.
[Mariana Gándara]: Totalmente, pues muchísimas gracias.
CulturaUNAM presentó
[FIN]
Semblanzas de invitadxs
RAÚL VILLEGAS
Licenciado en Literatura dramática y Teatro por la UNAM pero le gusta hacer un montón de cosas más.
Desde 2009 ha actuado de manera casi ininterrumpida en teatro, cine y televisión salvo cuando se le ha cruzado una pandemia o algo por el estilo.
Su último trabajo en el escenario fue LOS HABLADORES, “Lord tapabocas”, monólogo escrito y dirigido por David Olguín, en televisión TODO VA A ESTAR BIEN, dirigida por Diego Luna, que ya merito sale a la luz y en cine UNA PELÍCULA DE POLICÍAS escrita y dirigida por Alonso Ruizpalacios.
Actualmente es estudiante de bajo eléctrico, cursa la licenciatura en Historia en la UNAM y se ha adentrado en el mágico mundo de la carpintería.
SARA PINET
Actriz y dramaturga egresada del Centro Universitario de Teatro de la UNAM en 2009. A lo largo de su carrera ha trabajado como actriz en una treintena de obras de teatro entre las que destacan: “El No Show” dirección de Alexandre Facteau; “El amor de las Luciérnagas”, “Lo que queda de nosotros”, “Todos los peces de la tierra” y “La guerra bajo la niebla” bajo la dirección de Alejandro Ricaño; “Algo de un tal Shakespeare” dirección de Adrián Vázquez; “Escurrimiento y anticoagulantes” y “Simulacro de idilio” bajo la dirección de David Gaitán; entre otras. En 2014 creó la compañía teatral Gorditos Inc. al lado de Hamlet Ramírez, Álvaro Zúñiga y Miguel Romero con quienes actúo y dirigió las obras “Adiós y buena suerte” y “Nunca se es demasiado valiente”. Fue ganadora del Premio de Dramaturgia Bellas Artes de Obra de Teatro para Niños 2014 por la obra "Lo que queda de nosotros" escrita en coautoría con Alejandro Ricaño, publicada por Editorial Paso de Gato. Actualmente vive junto al mar y se dedica principalmente a la escritura, a la impartición de talleres de actuación y a gozar de la vida.
Sign up to receive email updates
Enter your name and email address below and I'll send you periodic updates about the podcast.
Escena suspendida
La memoria de lo efímero se ejerce en lo entrañable. Escena suspendida recupera las escenas más memorables del teatro mexicano de los últimos años, mediante los recuerdos de sus espectadores. Invita a quienes les dieron vida a compartir los pasos que siguieron para encontrar las acciones, las imágenes y la emotividad que les dieron forma. Un pódcast para recordar que más allá del tiempo y la distancia el teatro sigue vivo en la memoria de quienes lo vivieron.
Mariana Gándara
Anfitriona
Directora, dramaturga, artista interdisciplinaria, gestora y docente. En 2008 creó el Colectivo Macramé con presencia en México y Suiza. Sus textos se han traducido al inglés y al portugués con montajes y ediciones en México y Brasil. Es autora y directora de Nadie pertenece aquí más que tú (2010), Mar de fuchi (2012), El último arrecife en tercera dimensión (2014), Nada siempre, todo nunca (2017) y La rabia vieja (2018), entre otras. Su más reciente puesta en escena, Straight de Guillaume Poix (2019), se ha presentado en escenarios de México y Francia. Ha sido becaria en el área de dramaturgia tanto de la Fundación para las Letras Mexicanas, como del programa Jóvenes Creadores del Fonca. De 2013 a 2017 fue coordinadora de artes vivas del Museo Universitario del Chopo. Actualmente coordina la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman en Cine y Teatro de la UNAM.