Confesiones en voz alta T2-2: Acción cultural loculada

En este nuevo capítulo, nuestro anfitrión, Juan Meliá, nos invita a reflexionar en voz alta sobre modelos, políticas, programas y proyectos artístico-culturales que fueron pensados o articulados con una visión, para bien o para mal, de ámbito loculado. ¿Qué significa esto? ¿Qué es loculado? Pues que nacieron con objetivos claros y compartidos, o por el contrario, que operan consciente o inconscientemente, con fines y particularidades premeditadas, y enfocados sólo hacia un nicho específico dentro de la vida cotidiana de la gestión cultural.

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  • Anfitrión: Juan Meliá
  • Temporada: 2
  • Episodio: 2
  • Duración: 16:30
  • Etiquetas: #modelosCulturales, #ámbitoLoculado, #SansSoleil, #ChrisMarker, #loculado, #acciónCulturalLoculada, #movilidad, #gestiónCultural, #gestores, #LaEnfermedadComoMetáfora, #SusanSontag, #ElAlmaBuenaDeSezuán, #Brecht, #CarroDeComedias, #KeeleyForsyth, #TheHollow

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Podcast CulturaUNAM 

Confesiones en voz alta  

Temporada 2 

 

Transcripción 

Capítulo 2. Acción cultural loculada 

 

Anfitrión: Juan Meliá 

 

[Suena rúbrica]: Confesiones en voz alta…el día a día de la gestión cultural. Trabajar y habitar los procesos para construir en colectivo. CulturaUNAM presenta 

 

[Habla Juan Meliá]: Este nuevo episodio lo he titulado Acción cultural loculada y está dedicado a reflexionar en voz alta sobre modelos, políticas, programas y proyectos artístico-culturales que fueron pensados o articulados con una visión, para bien o para mal, de ámbito loculado. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Qué quiero decir con loculado? Que nacieron con objetivos claros y compartidos, o por el contrario, que operan consciente o inconscientemente, con fines y particularidades premeditadas, y enfocados sólo hacia un nicho específico dentro de la vida cotidiana de la gestión cultural. En ambos casos, tanto los adecuados como los desastrosos, las acciones culturales loculadas se desarrollan desde la operación, de o para, espacios artísticos, segmentos disciplinares, comunidades artísticas o públicos en general. 

 

Les confieso que el texto de este episodio ha significado un verdadero reto de escritura pues se ha basado en experiencias de salud personales que han resonado en los temas que obsesivamente están en mi cabeza y, por lo tanto, he aplicado el concepto de “loculado” a la gestión cultural.  

 

Puede parecer complejo, pero cuando lo estaba desarrollando, encontré una cita de verdadero interés para estas reflexiones: “El tiempo lo cura todo, excepto las heridas”, aparecida en la película Sans Soleil de Chris Marker. Y quiero reflexionar con ustedes en esta ocasión específicamente sobre esas heridas. 

 

La organicidad es una necesidad clave, en el  cuerpo humano, en una disciplina artística o en la operación de las políticas y programas culturales de una región o país. A mayor naturalidad  entre las partes, programas y acciones, menos vacíos, menos problemas, menos necesidades no atendidas. A mayor falta de organicidad entre las partes, menos información real, menos diálogo, más desconexiones, más necesidades por atender, más heridas. Si habláramos de cuerpos, la carencia de organicidad se traduce en más enfermedades. Y como bien escribió Susan Sontag, “La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más onerosa. Todo aquel que nace tiene doble ciudadanía, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferimos utilizar sólo el buen pasaporte, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado, al menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de ese otro lugar. 

 

Pero por qué traigo a colación estos dos lados de la vida, a manera de bien y mal. Porque “loculada”, “loculado”, es un término más utilizado en la medicina, como por ejemplo, un derrame pleural loculado, que significa tener líquido estancado en un área específica de los pulmones, con los riesgos de infecciones y la aparición de otras posibles patologías que ello conlleva, los cuales posteriormente a su detección, necesitan procesos de atención y extracción. 

 

En nuestro campo de la gestión, una acción cultural loculada, puede ser entendida como una acción o concepto puntual, en un espacio y con una razón específica. Lo complejo es, tanto a la hora de pensarlo como de operarlo, el identificar si esa decisión de trabajar en un nicho específico y cerrado, se da por ceguera, por decisión solo de alcance político, por error de diseño, solo por accidente, o bien, si es un acierto ante necesidades urgentes. 

 

Siempre es importante  tener cuidado como gestores culturales, públicos, independientes o privados, de que la acción que propongamos no sea creada desde nuestra forma de ver, pensar, o nuestro gusto personal. Es fundamental que sea creada desde la verdadera necesidad; porque si lo hacemos desde una particularidad innecesaria, retomando los términos médicos, esa  acción se podrá infectar, podrá sufrir ceguera de diseño, y por tanto operar desde una necesidad no existente. 

 

En muchas ocasiones he recordado mis inicios como gestor cultural, cuando todavía no sabía diferenciar entre mis gustos personales, y la verdadera necesidad de la sociedad, la comunidad artística y los públicos para los que trabajaba. En dicho proceso, cometí varios errores, que ahora a la distancia, reconozco, y que casi todos nacieron de una forma de pensar loculada, específica, cerrada.  

 

¿Qué hacer ante los errores? Admitirlos, no negarlos debe ser un hábito, una obligación. Dicha ceguera entorpece la operación, posterga la correcta atención, oculta los síntomas, invisibiliza los pasos a seguir, las soluciones. 

 

Otro ejemplo personal que quisiera traer a colación, nace desde mi condición de migrante, y lo ejemplifico en los cambios de casa, de ciudad y de país de residencia. En muchos casos dichos procesos traen consigo la necesaria desaparición u ocultamiento de la memoria. Para protegernos de la pérdida, nos refugiamos desde la distancia, tratando de olvidar nuestros afectos, cambiando un hábito o costumbre. Y si el ejemplo anterior lo enlazamos o resignificamos hacia la gestión cultural, los cambios nos pueden acercar a la pérdida de la razón de ser en los proyectos; también a la operación sin análisis ni estudio de resultados. Así como también sucede cuando operamos proyectos y acciones sin la necesaria consulta hacia quienes participan, lo que nos genera falta de información, y nos empuja hacia toma de decisiones con criterios parciales, y casi siempre con consecuencias negativas.  

 

En relación a lo positivo, en cuanto al concepto de la pérdida, es cuando lo utilizamos como tema de reflexión creativa, de manera que se torna en algo positivo generando nuevos caminos y encontrando nuevos gustos, así nuestra memoria empieza un particular vaivén entre el pasado y el presente, en una reescritura de estira y afloja constante, donde el borrar y el reescribir o vislumbrar lo nuevo, provoca vacíos, falsos pasados, o presentes cambiantes, pero también nos reta a encontrar nuevos derroteros. La necesidad de sostener nuestra nueva realidad, genera vacíos de memoria, que en los proyectos culturales, nos conduce a  vacíos de información, y a tender a repetir errores, pero que bien manejados, nos impulsa hacia nuevas tareas compartidas, hacía nuevas experiencias o hacia la atención de una diversidad más amplia de creadores y públicos. 

 

Para lograr desarrollar acciones culturales positivas, de ámbito loculado, es necesario detectar una verdad gremial o comunitaria, para lo cual, en general, no estamos habituados a consultar, no estamos acostumbrados al construir en conjunto. Nos negamos a lo anterior cuando solo nos fortalecemos gracias a círculos cercanos. Cada vez más, creo que en la gestión cultural actual, es necesario ampliar los alcances en la reflexión y las múltiples voces a la hora de tomar las decisiones, pues cada vez es más urgente.  

 

¿Cómo intervenir en procesos loculados?, ya sea que se hayan construido por error, por decisión política o por inconsciencia en la operación. Esa es la gran pregunta. ¿Cómo detectar de manera certera la necesidad de una cirugía en nuestro modelo?, o ¿cómo redimensionar un cambio de rumbo en nuestros hábitos y costumbres de apoyo al sector cultural? Pareciera que es innegable que el factor indispensable es el creer en la necesidad de lo cultural como parte de nuestra forma de vida. Desde un sentido amplio e inclusivo, ¿cómo llegar a diagnosticar que estamos operando de manera cerrada?, ¿cómo determinar el porqué llegamos a esa forma de operación?, ¿qué tipo de análisis, puesta en común o recetas debemos poner en práctica?  

 

Un factor clave en nuestra reflexión y gestión consiste en buscar y generar datos reales, escuchar plenamente a la diversidad de generaciones y comunidades, asumirnos en las instancias públicas como instituciones vinculantes, capaces de escuchar y unir las reflexiones de las múltiples voces y necesidades, hasta las de los diversos públicos. ¿Qué entra en riesgo si no somos capaces de darnos cuenta de que estamos operando de manera perjudicialmente loculada? Entra el riesgo de considerarnos intocables y fundamentales sin razón alguna. Y entra en riesgo el que la falta de organicidad nos impida ver nuestros recursos reales. 

 

¿Y si ahora juntos seguimos con estas reflexiones en voz alta y aplicamos el concepto de loculado a los Derechos culturales?  

 

Cultura 21, la Asociación Internacional de Ciudades y Gobiernos Locales, nos definía desde 2015, que los derechos culturales consisten en que todas las personas tengan la capacidad de acceder a los recursos culturales necesarios para vivir libremente toda la vida, así como de participar en las culturas existentes e inventar nuevas formas de vida. La ciudadanía cultural implica derechos, libertades y responsabilidades. (Repito: La ciudadanía cultural implica derechos, libertades y responsabilidades). El acceso y participación en el universo cultural y simbólico a lo largo de toda la vida es fundamental para el desarrollo de las capacidades de sensibilidad, selección, expresión y actitud crítica. (Cultura 2. UCLG - United Cities and Local Governments, 2015). 

 

Si los derechos culturales por definición deben aplicarse al conjunto de la sociedad y por una lectura corta, incorrecta o plena de interés, consideramos que dichos derechos solo deben aplicarse a un sector de la sociedad, estaríamos decidiendo que dicho sector tiene más derechos que los otros a tal acción o programa cultural. Al cortar los derechos culturales de un sector estaríamos yendo contra la propia definición y necesidades de alcance de dichos derechos. 

 

Los derechos culturales nunca deberán estar loculados, encerrados. La función de los mismos rebasa intereses y tendencias. Se constituyen tanto en un factor de vida plena de la sociedad, como también de derechos creativos de las comunidades culturales, entre dicho balance existe la necesidad y el valor y alcances de las instancias culturales públicas, y posteriormente vienen los esfuerzos independientes. El cómo entre todos construyamos nuestra lectura de la realidad, se ha convertido en una necesidad urgente, y la cual además debe estarse volviendo a leer periódicamente porque es cambiante, y se va construyendo con diferentes temporalidades en diferentes regiones al mismo tiempo. Por eso es tan valioso reflexionar sobre las políticas culturales que conviven desde los programas multinacionales e interregionales, las políticas nacionales, las acciones de ámbito estatal o local, pues dicho proceso debe estar interconectado y con constantes vasos comunicantes.  

 

El sectorizarnos, impide que los derechos culturales se cumplan, el trabajar en proceso “loculados” prioritariamente nos aleja, nos hace contrarios, más que ayudar a construir de manera conjunta. Lo cultural no es un partido político, es una forma de vivir en sociedad, de contarnos y querer saber quiénes somos, quién es el otro, los otros. ¿Desde dónde queremos estar juntos? Desde la comodidad del no movernos o desde el reto de viajar juntos. 

 

La tensión entre el disfrutar del arte, de las creaciones artísticas, de las actividades y hábitos culturales, es un privilegio de todos como públicos, como lectores, como observadores; pero al tiempo el derecho a ser creadores debe ser defendido por igual. El balance entre los dos elementos hace consistente nuestra vida y la de los otros. En diferentes épocas y desde diferentes modelos, la gestión cultural ha tendido a trabajar separados los proyectos para los públicos y las acciones de acompañamiento a los creadores y especialistas. Toca encontrar un modelo que incorpore ambas caras de la vida cultural en un proceso de compañía, sin cicatrices ni acciones que nos separen.  

 

Un buen ejemplo de cómo puede ser riesgoso o acertado el locular proyectos específicos, es el programa de Difusión Cultural de la UNAM, compuesto por las diferentes direcciones y cátedras de Cultura UNAM. Si sólo nos enfocamos a atender a los alumnos, o sólo a los maestros o sólo a investigadores, o sólo al público general; en cualquiera de los casos, estaríamos dejando de lado a múltiples públicos, especialistas o interesados que debemos atender. Contar con un verdadero balance en dichas líneas es fundamental. 

 

Regresando a nuestro alcance real y al análisis de nuestra forma de operar, la realidad es que debemos alejarnos  de conceptos difícilmente alcanzables y partir desde nuestra propia realidad. Sólo así podemos atender las razones urgentes, y alcanzables, así podemos generar la cura sea temporal o permanente. Si encontramos el problema desde el consenso, encontraremos las diferentes vías para atender y sanar la herida construyendo un nuevo proceso de memorias colectivas.  

 

Recordando la cita de Susan Sontag que utilicé al principio, cada uno de nosotros tenemos la necesidad de utilizar los dos lados de nuestro pasaporte, en el que estamos sanos, pero también en el que tenemos problemas de salud.  

 

En toda gestión cultural a realizar  habita también esa dualidad, toda gestión cultural vive entre la salud y la enfermedad, la clave es ser capaces de estar atentos a cuando estamos desarrollando acciones desde el error, desde la desconexión con públicos o gremios, o desde nuestros gustos y egos personales. Como sabemos, es muy fácil engañarnos, convencernos de que nuestra idea personal es única, que es la primera vez que se hace, que es el último gesto fundamental, pero lo cierto es que ser críticos es algo a que como gestores no se nos enseña más que a golpes de realidad, como cuando nuestros equipos se desintegran por falta de razón hacia el trabajo en común, como cuando los diversos públicos se nos alejan, como cuando nuestros proyectos nacen con pocas posibilidades de mantenerse vivos. 

 

Y sí, lo que nos falta es el reconocimiento de nuestras heridas, sea las que nos ocasionamos nosotros mismos, sea las que nos generamos como compañeros de disciplina o desde la gestión. Aprendamos juntos a leernos como comunidad cultural y retomando la declaración de Culture 21: seamos ciudadanía cultural implicándonos con nuestros derechos, nuestras libertades y, sobre todo, nuestras responsabilidades. Como gremios, como creadores y como públicos. Aprendamos juntos a reconstruirnos desde políticas, programas y acciones pertinentes, necesarias, oportunas y colectivas. 

 

Muchas gracias por la escucha y complicidad con estas reflexiones en voz alta. 

 

Durante las presentes reflexiones me acompañó la lectura del libro La enfermedad como metáfora de Susan Sontag, la asistencia a la obra teatral El alma buena de Sezuán de Brecht dirigida por Gabriela Ochoa con la compañía del Carro de comedias de la UNAM; así como la escucha de la última grabación de Keeley Forsyth titulada “The Hollow”. 

 

[Fin de podcast] 

 

Reflexiones (confesiones) en voz alta

Reflexiones (confesiones) en voz alta sobre la gestión cultural es un podcast que busca iniciar a las y los nuevos gestores sobre los diferentes procesos, decisiones, ideas y conflictos, que se encuentran en el quehacer diario de la gestión cultural; busca mostrar un panorama de cómo imaginar, planear, desarrollar y culminar sus proyectos es posible, viable y retador.

Juan Meliá

Juan Meliá

Anfitrión

Artista visual y gestor cultural especializado en artes escénicas. A lo largo de su carrera ha desempeñado diversos cargos públicos y ha participado en múltiples iniciativas independientes.

Fue director de Difusión Cultural de la Universidad de Guanajuato; y director general del Instituto Cultural de León, Guanajuato.

Es socio-fundador de la Galería de Arte Contemporáneo Arte3 y desde 2009 hasta febrero del 2017 fue Coordinador Nacional de Teatro, del Instituto Nacional de Bellas Artes en México. Asimismo, de 2009 a 2017 fue representante de Antena México del Fondo de Ayudas para las Artes Escénicas Iberoamericanas IBERESCENA.

De marzo del 2017 a noviembre del 2018 fue Secretario Ejecutivo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, de la Secretaría de Cultura y, desde enero del 2019 a la fecha, es Director de Teatro UNAM.

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