UNAM

2501 Migrantes

  • 2501 Migrantes
Artes Visuales
07noviembre
2019
08marzo
2020
Colegio de San Ildefonso, Salas de exposiciones, Planta Baja
Justo Sierra 16, Centro Histórico, 06020, Ciudad de México

Horarios
Martes de 10:00 a.m. a 06:00 p.m.
Miércoles de 10:00 a.m. a 06:00 p.m.
Jueves de 10:00 a.m. a 06:00 p.m.
Viernes de 10:00 a.m. a 06:00 p.m.
Sábado de 10:00 a.m. a 06:00 p.m.
Domingo de 10:00 a.m. a 06:00 p.m.
A excepción de las fechas: 25/12/2019, 01/01/2020, 03/02/2020.
Precio
Admisión general: $50.00, Descuento a estudiantes y maestros: $25.00, Entrada libre a menores de 12 años Entrada libre, Entrada libre a Programa de Membresías del Museo Entrada libre, Entrada libre para personas de la tercera edad Entrada libre, Domingo entrada libre Entrada libre

50% estudiantes, maestros, UNAM, INAPAM, jubilados ISSSTE e IMSS. Sujeto a disponibilidad. Programación sujeta a cambios sin previo aviso.

Tipo de evento: Exposición

Alejandro Santiago nace San Pedro Teococuilco, hoy de Marcos Pérez, Oaxaca, en 1964, y muere antes de cumplir los cincuenta años en la ciudad de Oaxaca en 2013, cuentan quienes lo conocieron que vivió la infancia en el campo, en tierras zapotecas, donde hablaba la lengua de su pueblo y recorría gozoso los caminos de tierra. A este niño, hijo de Isabel y el maestro Juan, la infancia lo enseñó a jugar y el juego le enseñó a ser niño toda la vida.

Narra el escritor Braulio Aguilar Orihuela –amigo, colaborador y biógrafo del maestro Santiago– que tras su paso por Bellas Artes ingresó al Taller de Artes Plásticas “Rufino Tamayo”, donde conoce al maestro Rufino, y más adelante aparece en el Taller Libre de Gráfica Oaxaqueña, dirigido por el maestro Juan Alcázar, donde se encuentra con Zoila López, su compañera de vida y madre de sus dos hijos: Lucio, el mayor, y Alejandra. Tras su primera exposición, con poco más de veinte años, vende toda la obra. Con esa estrella y los recursos reunidos, se lanza a conocer ciudades, a visitar museos, a ver el mundo, y en 1998, junto a Zoila y su hijo Lucio, se muda a vivir a París.

Dos años después, en el 2000, la familia Santiago regresa a Oaxaca, y en Teococuilco el artista experimenta la desolación de un pueblo donde la migración se ha llevado casi a todos y donde son muchas más las ausencias que las presencias. Impulsado por la necesidad de entender el destino de los suyos, Alejandro Santiago emprende un viaje a Tijuana donde contacta con los polleros que lo harán cruzar la línea para seguir el paso de tantos otros mexicanos y migrantes del mundo. Asume en Estados Unidos la condición de ilegal: ve y experimenta la vida de los migrantes. Cierto día mira un mar de cruces en la frontera, donde alguien le asegura: “son dos mil quinientas”.

A su regreso a Oaxaca el maestro Santiago decide erigir 2501 cuerpos, cada uno distinto, con su historia particular, con carne y alma propia; como los primeros seres creados por las deidades progenitoras del Popol Vuh, que anteceden a los hombres de maíz, los migrantes de Santiago son de barro. Se trata de repoblar el vacío dejado por los que emigraron, sombras cocidas en barro, que proyectan los ausentes en el espacio y en la mente de quienes los recuerdan y echan de menos. Son también fantasmas, que como Pedro Páramo, no dejan de morar su tierra y permanecen con nosotros.

Este acto de transformación, de tránsito entre el mundo de los vivos y los muertos, y de restauración y sanación, digno del nieto de una abuela curandera, de una “bruja” zapoteca, se convierte en un proceso de trabajo colectivo que llega a involucrar a 35 jóvenes de la zona y a toda su familia. En un rancho que adquiere para este fin y que bautiza como “Donde danza el Zopilote”, se dedicarán a amasar, como aquellos dioses antiguos, estos seres primordiales, al tiempo que diseña los hornos idóneos para quemar las piezas y define los pigmentos y pinturas que le darán color a sus pieles.

Rostros de ojos desencajados, caras cubiertas del blanco polvo del desierto, senos de madres y de abuelas, hombres curtidos por sol y la intemperie, mujeres que recorren el mundo descalzas y con los hijos a cuestas, todos desnudos, su sexo expuesto, con los brazos cruzados en el pecho, como los muertos, y con la expresión de sed, hambre, miedo, deseo y esperanza, que tienen los vivos. Familias, seres solitarios, adultos e infantes. que siguen su vida trashumante, buscan nuevas rutas para encontrarse con nosotros, nos miran cada vez que los miramos, nos interpelan cuando nos dirigimos a ellos, nos preguntan por los que quedaron atrás, por los que se han perdido en el camino, y cuentan su historia, que es la gran odisea de una humanidad inconforme que frente a todas las adversidades, una y otra vez y siempre, se pone de pie y se echa a andar en busca de nuevos horizontes. Si se observa con atención, si aguzamos el oído, es posible escuchar sus voces, a veces un murmullo, otras un canto lejano: es el eco callado del ausente.

2501 Migrantes es un homenaje a los millones de seres humanos que todos los días dejan la tierra en que nacieron empujados por el hambre que padecen, por la violencia que los amenaza y sacrifica, por la falta de oportunidades que nuestras sociedades injustas y crueles les imponen, animados por el legítimo deseo de procurarles una mejor vida a sus hijos.

El Colegio de San Ildefonso, presenta 2501 Migrantes en el marco del 30 aniversario del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) que forma parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y cuya misión es la generación de conocimientos de frontera enfocados en atender los problemas nacionales y globales que permita responder a los retos que el mundo contemporáneo plantea a la humanidad.

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