Entre las décadas de 1930 y 1960, Hollywood despuntó como una industria con intereses políticos y morales, que determinaba aquello que se podía ver y lo que debía desaparecer de la pantalla con el fin de preservar una sociedad moralmente aceptable. Esta regularización, promovida por el Código Hays, se encargó de expulsar del paisaje cinematográfico a aquellas identidades sexuales diferentes y de desacelerar la emancipación de la mujer en el desarrollo de una sociedad más variada.
Como respuesta a los cánones establecidos de representación, algunas películas inauguraron nuevos campos de percepción dentro de sus narrativas. Los límites de las formas del cine se desvanecieron de la imagen explícita y frontal y surgieron otras relaciones en las entre líneas del diálogo. Si bien el encuadre enmarcaba una realidad, el uso del fuera de cuadro invitaba a los espectadores a imaginar otras posibilidades.
Fabiola Torres-Alzaga (Ciudad de México, 1978) investiga los espacios de invisibilidad en el acto de ver, así como las repercusiones y connotaciones sociopolíticas del espacio. Así, sus piezas buscan desarticular las estrategias de representación visual que surgen en el espacio expandido del teatro y del cine, para incluir en escena los lugares velados: ¿qué vemos y qué queda fuera de encuadre? Temas como la magia, el barroco o lo teatral han sido bases y marcos importantes de su trabajo en torno a la imagen ilusoria y sus escondites, donde no todo lo presente está a disposición de la mirada. Desde la teoría queer y las disidencias sexuales, la artista propicia contra espacios inclusivos que permitan una imaginería diversa. Su trabajo más reciente profundiza en la representación cinematográfica y sus opacidades, y cómo ha repercutido en la construcción del imaginario de una sociedad.
Las desinvitadas, proyecto curado por Virginia Roy que se exhibirá en la Sala 3 del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), del 12 de octubre de 2024 al 23 de febrero de 2025, propone un espacio fantasmal al interior de una casa, siguiendo la estética del cine negro. Para ello, la artista construyó unas escenografías a la medida del encuadre filmado, que, en conjunto con dos dibujos y un video, aluden al espacio inhabitable. El interés de Torres-Alzaga es incidir en los aspectos espectrales de la literatura gótica que el cine ha rescatado a través del género de horror y trabajar con la figura del fantasma, vaporosa y difícil de captar. Una presencia-ausente que puede representar los cuerpos disidentes que generaron otra manera de percibir.
“La investigación de Las desinvitadas comenzó hace unos años en el intento de entender las consecuencias visuales y sociales de la censura moral establecida en Hollywood por décadas, afectando con su eco a otros imaginarios en occidente”, comenta Fabiola Torres-Alzaga. “El cine”, agrega, “había irrumpido en la sociedad con tal potencia que hizo vibrar algunas estructuras sociales. Como respuesta, se instauró la censura conocida como el Código Hays con el propósito de preservar las representaciones que convenían a una sociedad heteropatriarcal. Pero, como suele pasar, la censura tuvo varias grietas fuera de la centralidad del cuadro. En un afán por entender y encontrarlas, empecé ayudándome de varias fuentes para reducir el abanico de posibilidades”.
Para la realización de Las desinvitadas, la artista investigó películas de época. Algunas de ellas, las que más le interesaron, venían de la literatura gótica escrita por mujeres, como Daphné du Maurier, Shirley Jackson o Charlotte Perkins Gilman, donde el fantasma es un personaje ambiguo, entre una amenaza externa o una proyección de la sugestión interior, capaz de crear apariciones ahí donde aparentaba no haberlas. Ambos casos encerraban una incomodidad en los personajes con el mundo que les rodeaba. Basándose en las novelas y la atmósfera que el cine creó en sus producciones visuales, Torres-Alzaga construyó el espacio interior del video Las desinvitadas: una casa encerrada dentro de los límites de la mirada de la cámara y dentro de una inconclusa y repetida temporalidad del loop.
“Me interesaba buscar, en cierta historia del cine que ha formado parte de mi propio imaginario y cultura visual, la manera de entender cómo—desde otros marcos visuales— podemos desdoblar imágenes aparentemente cerradas con el fin de reconocer otras espacialidades, pero siempre desde un presente más inclusivo y generoso, acompañado de herramientas literarias y teóricas, entre feminismos y teoría queer. Ahí donde una parte de la audiencia veía lo explícito, otra tuvo que buscar espacios menos iluminados para colocar sus deseos”, señala la artista.
Al pensar en la instalación presente en el MUAC como un diálogo entre las esculturas y los dibujos con el video que se expone, Torres-Alzaga quería trabajar con las narrativas espaciales que genera cada medio. “Abrir el espacio hacia los rincones indeterminados en una apuesta por mantener su ambigüedad. No tratar de ver todo, pero defender la opacidad, en palabras de Edouard Glissant, como una forma no-reductible”, concluye la artista.
Esta exposición se llevará a cabo como parte de una serie de propuestas encaminadas a mantener la pluralidad en la programación del MUAC, pero particularmente como una de las iniciativas principales definidas en el programa de trabajo de la directora Tatiana Cuevas, la cual consiste en presentar en una sala del museo el trabajo de artistas de mediana carrera con un lenguaje ya establecido y en camino hacia la consolidación de una trayectoria.