En Sin huella habitan modos de pensar y asuntos como la búsqueda de cobijo, vivienda y paz. Gina, en su investigación, camina hacia lo que llama “lugares de conciencia”, momentos que iluminan opresiones entreveradas en el espacio público. Apunta su mirada a ciertos cuerpos. A veces la interpelan sin más: sólo se materializan, ahí. En otras, ella hace preguntas al entorno social, amarrándolas a los espacios. Esta metodología la acompaña en estas búsquedas desde su trabajo en el colectivo marcelaygina.
La artista también marcha hacia estos golpes de conciencia cuando repite, en un continuum, labores que se piensan menores. Pero los insights que persigue Gina en estas tareas llevan a las y los participantes de su obra hacia otra profundidad. Hilos de lucidez emergen de materiales y tareas específicas. Estos materiales de trabajo pueden ser como en Cuestión de tiempo (2018), una masa de algodón cultivado en el auge del neoliberalismo en los noventa. En Sobre la alfombra (2012), son prendas de infancias que dejaron la escuela, y para la serie “Nombres y coordenadas” (2020-2022), es la tinta roja de una pluma con la que se escriben nombres de mujeres asesinadas en cada estado de México. Estos elementos conforman una trama y a la vez se desvanecen en los entramados que performan. Con estas piezas ella y nosotrxs, y otras personas que participaron en su obra, podemos pensar en el avance implacable de la máquina económica que borra lo singular del campo visual y perceptivo.
Con Progreso (2019), Empleo temporal (acceso) (2019-2021) y Fragilidad estructural (2021-2022) meditamos sobre las formas de acumulación del capitalismo que agotan el cuerpo e invisibilizan esfuerzo y trabajo.
El énfasis de Gina en la clave económica ensambla los materiales y gestualidades múltiples de las obras para mostrarnos que somos cocreadorxs de un tejido material asfixiante. Esta invención colectiva es tan sencilla de pensar como la geometría de bultos, líneas o hilos, pero en un abrir y cerrar de ojos se vuelve difícil de ubicar y soportar, porque el tiempo la multiplicó a cientos de miles de muertes de mujeres, viviendas endebles, cuerpos rotos, cadáveres y tierras arrasadas.
Cordelia Rizzo