Medea con el corazón destrozado, se encuentra entre dos fuegos: deportada del país de residencia y sin la posibilidad de regresar a su país de origen. En búsqueda de justicia, termina por sacrificar a sus hijos y desterrarse a sí misma en la tierra de Medealand. Un rincón de su mente donde se escucha a lo lejos el sonido del mar. “El mar de su infancia, del útero. El país que abandonó, que olvidó.” El exilio.
Después de repetidos llamados de ayuda en una sociedad patriarcal sorda y ciega al dolor, Medea intenta a través de su memoria encontrar las claves del acto insostenible.
Las escenas fueron filmadas en su totalidad por Skype, usando cámaras de computadoras portátiles y teléfonos celulares, durante la primera cuarentena de la pandemia Covid-19. Los actores interactuaron en sincronía no obstante una distancia de más de 11.000 kilómetros, entre Atenas y Ciudad de México y con una diferencia horaria de ocho horas. Medea sola en Grecia, con sus “fantasmas”. La Madre, Jasón, las diosas, Creón, La Princesa, la baby-sitter desde la Ciudad de México. Los diferentes idiomas (griego, español y francés) se funden en un idioma común, que pone el acento en las intenciones, emociones y situaciones del ser humano frente al abismo.